Introducción
Historia de la orquesta / Unidad 2: El Romanticismo / Espacios para la música
Música doméstica, recitales privados y conciertos
La música tuvo un lugar central en los hogares europeos y colombianos durante el siglo 19. Las mujeres recibían clases de música como parte de su educación para la vida en sociedad, pues se esperaba que pudieran interpretar el piano y cantar durante las reuniones sociales. En los hogares de las clases alta y media, el instrumento más importante era el piano. A mediados de siglo era común encontrarlo en los hogares privilegiados de Bogotá, importado desde Europa con gran dificultad o incluso, desde 1839, construido en el país por fabricantes como David McCormick o Manuel Montoya.
En las casas de todos los grupos sociales se empleaban otros instrumentos como violines, flautas y guitarras, que se usaban para animar las veladas. La música doméstica para “señoritas” se convirtió en un gran mercado para los compositores, quienes escribían sonatas, colecciones de temas y variaciones, miniaturas, lieder y otras piezas para todos los niveles.
Tanto en Europa como en América era frecuente que las mujeres llevaran un cuaderno en el que copiaban piezas para crear su colección personal. Uno de estos cuadernos de mediados del siglo 19, perteneciente a la bogotana María del Carmen Cayzedo, contiene piezas para guitarra que incluyen valses, contradanzas, pasodobles, un baile inglés y un ondú.
Durante el siglo 19 la clase alta bogotana conformaba una élite cerrada que le permitía preservar el poder y afirmar sus lazos con Europa a través de la identificación racial. Esto se lograba, entre otras estrategias, por medio de eventos sociales como las danzas de sociedad y fiestas a los que sólo podían atender los miembros de los clubes sociales y sus invitados.
Estas danzas incluían géneros de moda en Europa; por ejemplo, en la década de los 40 se bailaban la polka, la cuadrilla y la cracoviana, mientras que el minué había pasado de moda por su “cansada gravedad”. La contradanza (de “country dance”) fue popular durante la guerra de Independencia, quizás introducida por los ejércitos ingleses y desapareció alrededor 1860, mientras que el vals (conocido como strauss por el apellido del más famoso compositor de vals del siglo 19, Johann Strauss) siguió siendo popular hasta comienzos del siglo 20.
Una variante más rápida del vals que se tocaba para animar las reuniones sociales, llamada inicialmente “capuchinada”, dio origen al pasillo. Hacia finales de siglo se hizo popular la danza habanera, un género cubano relacionado con la contradanza que tuvo gran auge en los Estados Unidos. Entre las clases populares de la región central se bailaban los mismos géneros, además de otros de origen indígena y mestizo como el torbellino, la manta, la caña y muchos otros. En la costa se bailaban danzas que combinaban raíces africanas con elementos españoles, conocidas colectivamente como o bunde, que más adelante darían lugar a la cumbia y el porro.
Durante las guerras de Independencia empezamos a encontrar referencias a una danza conocida como “bambuco” en la región del Cauca, ejecutada por las bandas militares y las clases bajas. Hacia mediados de siglo, el bambuco era reconocido por las clases altas de Bogotá, que sin embargo aún preferían los bailes europeos de moda, pues aún lo asociaban con clases y razas que consideraban inferiores; poco a poco se expandió la idea de que el bambuco representaba el mestizaje de la raza colombiana al incluir elementos africanos, indígenas, y europeos. Hacia finales de siglo, el bambuco había experimentado un proceso de “blanqueamiento” (es decir, enfatizar los elementos europeos y suprimir los indígenas y africanos, como las flautas y tambores) en la obra de compositores como , que le dio entrada a las salas de concierto como música de salón, anticipando su auge como “música nacional” en la primera mitad del siglo 20.
También comenzaron a establecerse reuniones dedicadas exclusivamente a la música. Estos eventos se convirtieron casi en laboratorios de experimentación musical pero, debido al papel protagónico de los compositores hombres en estos eventos, tienden a ser más recordados que las reuniones femeninas que eran más cotidianas. Las más famosas eran las veladas ofrecidas por el compositor , llamadas las “Schubertiadas”, en las que se reunían intelectuales, músicos y personas de sociedad para escuchar las más recientes obras de los compositores románticos.
En estos espacios se desarrolló el Lied (que significa “canción“ en alemán; Lieder en plural). Los Lieder son canciones muy expresivas para piano y voz basados en poemas Románticos, y son uno de los géneros de miniaturas más representativos del romanticismo, combinando la expresión personal del cantante con los recursos armónicos y técnicos del piano.
En Bogotá, Juan Antonio Velasco, también comenzó a organizar conciertos privados en los que se ejecutaron por primera vez en la Nueva Granada las sinfonías de , y y también oberturas de óperas, como la de “El Barbero de Sevilla” de Gioachino Rossini. Durante la primera mitad del siglo 19 se establecieron en el país varios músicos extranjeros que expandieron la oferta musical de la capital, incluyendo a los venezolanos José de Austria y Nicolás Quevedo Rachadell y al inglés Henry Price. El primero daba conciertos de música de cámara y el segundo comenzó a ofrecer conciertos de música italiana en reuniones periódicas que ofrecía en su casa.
Estas reuniones musicales, llamadas cuartetos, se volvieron muy populares entre los músicos bogotanos y llevaron a la formación de la Sociedad Filarmónica, la primera institución de la Nueva Granada dedicada exclusivamente a la música sinfónica que funcionó entre 1846 y 1857, ofreciendo conciertos mensuales que incluían oberturas, arias y duos de óperas románticas y obras para piano interpretadas por solistas invitados.