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Historia de la orquesta / Unidad 4: Desde 1967 / Géneros y formas

El minimalismo

Uno de los criterios que unifica el modernismo de la primera y la segunda mitad del siglo 20, desde  hasta Germán Borda y  es el énfasis en la complejidad armónica, rítmica y tímbrica así como la aversión a la tonalidad y a cualquier tipo de repetición, ya que estas características—para los compositores modernistas como Schoenberg—son una forma de preservar la pureza de la música clásica en un medio de música comercializada.

En la década de los sesenta y en medio de las revoluciones sociales del momento, emergió un movimiento como reacción a esta actitud, que buscaba una aproximación a la música que fuera a la vez innovadora y accessible. La nueva generación de compositores estadounidenses, que incluye a Philip Glass, Steve Reich, Terry Riley y más adelante a Arvo Pärt, John Adams y Michael Torke, crecieron escuchando música clásica, jazz, rock y músicas de todo el mundo sin preocuparse por las diferencias entre lo “verdaderamente artístico”, lo comercial, y lo popular. 

Para ellos, estas músicas no amenazaban la música clásica sino que la podían renovar por medio de melodías sencillas, un regreso moderado a la tonalidad y especialmente a través de la repetición insistente de pequeños motivos melódicos y armónicos en obras a menudo extensas.

En el minimalismo, a diferencia del romanticismo y el modernismo,  la repetición y el ritmo sirven para producir obras de gran duración donde la armonía, aunque emplea acordes tonales más o menos tradicionales, no opera en términos de tensión y relajación. 

Algunas obras, se basan en la permutación de estructuras rítmicas y melódicas que se repiten un número determinado de veces, cambiando la duración o la posición de las notas en el compás, hasta regresar a su forma original—por esta razón, el minimalismo a veces se conoce como música procesual o “de proceso.” 

En otras composiciones minimalistas el proceso no es inmediatamente audible o no es el centro de atención puesto que el verdadero interés radica en las sonoridades casi estáticas, meditativas o hipnóticas que intentan acercar al escucha a los estados alterados de conciencia (en el caso de Riley) o los trances místicos, como en las composiciones de Arvo Pärt.

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