Introducción
Historia de la orquesta / Unidad 1: El Barroco y el Clasicismo / Contexto histórico y social
El estilo clásico
En términos de estilo, el periodo clásico se caracterizó por dos ideales artísticos: lo “natural”, es decir, la claridad y la simplicidad de la naturaleza, según los ideales de la Ilustración y la “variedad agradable”, que reemplazó la idea de lo natural con una búsqueda por contrastes y variaciones que mantuvieran el interés de los oyentes preservando la unidad y la variedad.
La diferencia más notable entre la música del barroco y la música clásica es quizás el : mientras que en el barroco se utilizaban ritmos muy constantes y homogéneos, el estilo clásico rompió con esta unidad—enfatizando la variedad—y logró una flexibilidad rítmica sorprendente.
Aunque el tempo de una composición se mantiene estable a lo largo de la pieza, los compositores usaban varios ritmos en los s y para producir contrastes entre las diferentes secciones. Además, este contraste no se lograba, como en el barroco, por medio de la yuxtaposición de bloques homogéneos sino a través de cambios sutiles y transformaciones que, para los compositores y audiencias del siglo 18, sonaban más naturales que los del estilo barroco. Por este motivo, los compositores clásicos también abandonaron el que caracterizaba la música barroca.
Las y el también se volvieron más flexibles; los compositores comenzaron a experimentar con indicaciones que exploraban todo el rango dinámico, desde pianissimo hasta fortissimo, con crescendos y diminuendos, así como contrastes súbitos y otros recursos expresivos.
Esto fue posible gracias a la gran capacidad técnica que alcanzaron las orquestas profesionales como la orquesta de Mannheim, que se volvió famosa por los efectos sorprendentes que podían lograr. Uno de estos efectos es el motivo principal del cuarto movimiento de la Sinfonía No. 40 en sol menor de Mozart, conocido como el “Cohete de Mannheim”, el cual combina diferentes articulaciones, ritmos, y dinámicas:
Wolfgang A. Mozart, Sinfonía No. 40 en Sol Menor (1788), IV.
La expansión de la orquesta barroca a la orquesta clásica dio gran flexibilidad a los compositores. Joseph Haydn, en particular, empezó a experimentar con diferentes técnicas de en sus composiciones, para explorar cómo un cambia de carácter según el y cómo estos cambios pueden emplearse en formas como el tema y variaciones o el rondó.
Las melodías del estilo clásico tienden a ser menos ornamentadas y más “naturales”, con contornos melódicos simples y claras, casi siempre balanceadas en grupos de dos, cuatro, u ocho compases. Las melodías son fáciles de cantar y de memorizar y a veces toman elementos de la música popular europea.
En términos de textura, la reemplazó la casi por completo. Para enfatizar la naturalidad y la claridad, la melodía principal y el acompañamiento están claramente diferenciados, y este último tiende a ser en bloques de acordes con poca actividad melódica.
En la Sinfonía No. 40 de , los violines tocan la melodía sobre el acompañamiento de las violas, los chelos y los contrabajos. En este caso, las violas no tocan una melodía propiamente sino una para cada acorde, mientras que los chelos y contrabajos se limitan a marcar el bajo: una sola nota por compás, nada más lejos de la textura polifónica del barroco.
Pero aunque la polifonía dejó de emplearse, los compositores clásicos siguieron empleando el contrapunto aunque de formas más sutiles, por ejemplo para generar efectos expresivos ya que la complejidad y “artificialidad” del contrapunto contrasta con la naturalidad de la textura homofónica.