Las bandas militares tuvieron gran importancia durante las guerras de Independencia y las guerras civiles durante los periodos de la Gran Colombia y la República de la Nueva Granada. Las bandas apoyaban los ejércitos durante la guerra, interpretando himnos, marchas y danzas como “La Vencedora”, una contradanza que fue interpretada en la batalla de Boyacá por el ejército independentista. El general Manuel Antonio López recuerda que, durante la batalla de Ayacucho en 1824, la banda del batallón Voltígeros acompañó a los soldados en la batalla interpretando “el bambuco, aire nacional colombiano con que hacemos fiesta de la misma muerte”. Otros ejércitos como el Rifles, la Legión Peruana, el Número 1 del Perú y el Vencedor contaban con bandas similares, compuestas por cornetas, cornetines, pitos y tambores.

 Estas bandas participaban de los desfiles militares que se realizaban en las ciudades, como en la entrada de Simón Bolivar en Bogotá después de la victoria de Boyacá en 1819, liderada por cuatro clarines que tocaban la contradanza “La libertadora”, compuesta en honor a Bolívar. Estas bandas también ofrecían retretas y tocaban durante los banquetes ofrecidos a los militares en el Palacio y en las comidas, corridas de toros y otras festividades para celebrar la Independencia, y continuaron tocando en las danzas de sociedad, interpretando minuetos, contradanzas, pasodobles y valses.

Además de los pífanos y tambores de las bandas de guerra, los conjuntos más grandes contaban con clarinetes, flautas, oboes, fagotes y bajones. Muchos de estos músicos pertenecían a las clases bajas, incluyendo indígenas y negros, quienes continuaron empleando los instrumentos militares y su repertorio en sus prácticas musicales. A través de este intercambio instrumental se formaron los géneros modernos de la música tradicional costeña como la cumbia y el porro del siglo 20.