Introducción
Bailar con los oídos
Cuando escuchamos música clásica, especialmente en los conciertos, ponemos en práctica todos los tipos de escucha, como la escucha distraída, la escucha atenta y la escucha participativa, a veces durante una misma canción o composición. Podríamos pensar que una diferencia entre la música popular y la música clásica es que la música clásica no es bailable, pero esto no es así. Aunque en un concierto de música clásica estamos sentados, normalmente en un auditorio con la orquesta al frente, la música nos invita a una escucha activa y participativa, nos invita a bailar con los oídos, a confundirnos con los sonidos y dejarnos llevar.
A veces nos dejamos llevar por los sonidos sin preocuparnos por otros detalles; otras veces la música nos recuerda o nos sugiere lugares, emociones, espacios o nos recuerda otra música que hemos escuchado antes, con sus correspondientes asociaciones. A veces nos interesa seguir con detenimiento una sección o un instrumento y somos capaces de dejar toda la orquesta en el trasfondo mientras escuchamos los detalles que nos interesan o, por el contrario, podemos seguir una idea musical que pasa de una sección instrumental a otra, cambiando de timbre, de ritmo y de tonalidad, y así apreciamos la forma, la unidad y variedad que la compositora ha construido con los sonidos.
Aunque estemos sentados, estamos bailando: siguiendo la música, dejándonos sorprender y atraer por los sonidos y por todo el universo de asociaciones y emociones que la música despierta en nosotros.