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Historia de la orquesta / Unidad 4: Desde 1967 / Géneros y formas

El Neo-Romanticismo y la música antigua

Durante la segunda mitad del siglo 20 se renovó el interés por las técnicas y estilos asociados con el Romanticismo, como la tonalidad y la melodía expresiva, que los compositores modernistas habían criticado y dejado de lado (y con éstos, gran parte de su audiencia). Este interés renovado corresponde a la crítica del posmodernismo a la idea de progreso en las artes que permitió a los compositores apropiarse de los estilos anteriores para crear una música más personal y alejada de las sonoridades frías y cerebrales del modernismo.

Mientras que algunos compositores continuaron explorando nuevos estilos como el minimalismo o el , otros compositores retornaron a la tonalidad y se dedicaron a escribir nueva música en un estilo que recuerda el cromatismo de los compositores del romanticismo tardío y el modernismo temprano como y . 

Incluso algunos compositores modernistas comenzaron a escribir obras de sonoridades más tradicionales, como por ejemplo Krystof Penderecki, cuya Trenodia para las víctimas de Hiroshima exploraba las técnicas extendidas de cada uno de los instrumentos de la orquesta. Con su Segunda Sinfonía, Penderecki adoptó un lenguaje asociado al nacionalismo polaco de la primera mitad del siglo 20. En Colombia, compositores como Juan Antonio Cuéllar, Diego Vega y Moisés Bertrán, quienes estudiaron composición en Estados Unidos y Europa, han adoptado el lenguaje del Neo-romanticismo.

Hacia los años 60, algunos instrumentistas, directores, y sellos discográficos comenzaron a ofrecer conciertos y grabaciones de música de los siglos 16 y 17 ejecutada con instrumentos antiguos o reproducciones modernas de estos instrumentos. Gran parte de los músicos asociados con lo que se comenzó a llamar el “movimiento de la música antigua” eran académicos (historiadores y musicólogos) que estudiaban la música de estos periodos y comenzaron, a su vez, a interpretar la música que estaban descubriendo. 

A diferencia de las imágenes y los textos, las partituras no capturan todo lo que constituye una obra musical. Por lo tanto, el trabajo de los historiadores de la música escrita antes de la invención de las grabaciones sonoras es que deben recuperar sonidos que han desaparecido.

Uno de los intereses centrales de este movimiento es no sólo la recuperación de las obras en sí (las partituras), sino también las “prácticas de interpretación”, es decir, las diferentes formas de interpretar la música, las cualidades del sonido, los espacios y los timbres particulares de cada tipo de instrumento que se asocian a cada periodo que las partituras no comunican.

Puesto que los sonidos, las prácticas, y los tipos de escucha de otras épocas han desaparecido, los intérpretes e historiadores que se dedican a la recuperación de la música antigua reconocen que no pretenden resucitar la música exactamente sino crear una forma de interpretación que esté informada históricamente pero que es, a la vez, tan moderna como la música escrita por los compositores de hoy.

Gran parte de lo que sabemos de las músicas de los siglos anteriores, especialmente de la música del período colonial en Colombia, ha sido el resultado de estas investigaciones, comenzadas hacia los años sesenta por figuras como el clavecinista Rafael Puyana y los músicologos Robert Stevenson, Francis Curt Lange y Egberto Bermúdez, cuya agrupación Grupo Canto ha realizado algunas de las grabaciones más interesantes del repertorio del barroco Neogranadino.

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